La despedida definitiva
Bueno, pues ya está, se acabó. En el número de El Víbora de este mes se confirma oficialmente lo que ya se rumoreaba hace meses: en diciembre, y coincidiendo con su 25 aniversario, saldrá a la calle el último número de la revista. La verdad es que podrán criticársele muchas cosas, pero nadie puede quitarle a El Víbora esas 300 entregas, esos 25 años publicando a los mejores autores underground tanto españoles como internacionales. A cualquiera que quiera desprestigiar lo que ha supuesto esta revista para el cómic en nuestro país, se le puede tapar la boca fácilmente: Crumb, Max, Shelton, Mauro Entrialgo, Miguel Ángel Martín, Peter Bagge, Clowes, Taniguchi, Jaime Martín, Gallardo, Martí, Burns, Pons, König... y un larguísimo etcétera. En lo personal, pues yo le debo a El Víbora el descubrimiento, en mis tiempos de instituto (no tan lejanos), de que había otro tipo de cómic además del de superhéroes. Prácticamente he crecido con El Víbora, y pensaba que siempre iba a estar ahí, pero no es así. En fin, ya no hay nada que hacer, pero fue bonito mientras duró.
Por otra parte (ya se sabe, el muerto al hoyo y el vivo al bollo, por mucho que me duela admitirlo), la lista de publicaciones interesantes en los próximos meses sigue aumentando, y las cuentas cada vez cuadran menos. Por un lado, no me gustaría perderme los títulos de Bonelli que va a lanzar Aleta Ediciones en noviembre (he oído hablar mucho de ellos, pero aún no los he catado). Y por otro, esa joya de la que habla hoy mismo Álvaro en su cárcel de papel, Cuando los cómics se llamaban tebeos, un lujoso tomo sobre la escuela Bruguera editado por El Jueves. ¿Alguien da más?
Por otra parte (ya se sabe, el muerto al hoyo y el vivo al bollo, por mucho que me duela admitirlo), la lista de publicaciones interesantes en los próximos meses sigue aumentando, y las cuentas cada vez cuadran menos. Por un lado, no me gustaría perderme los títulos de Bonelli que va a lanzar Aleta Ediciones en noviembre (he oído hablar mucho de ellos, pero aún no los he catado). Y por otro, esa joya de la que habla hoy mismo Álvaro en su cárcel de papel, Cuando los cómics se llamaban tebeos, un lujoso tomo sobre la escuela Bruguera editado por El Jueves. ¿Alguien da más?
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torpin -