No te fallaré
El otro día, perdiendo un rato el tiempo con la televisión, descubrí que en el canal local Onda Seis están reponiendo esa espantosa serie que traumatizó a muchos: Compañeros. Lo bueno es que me hizo recordar el pequeño texto que publiqué en el fanzine L.S.D. (Líneas Sin Desperdicio) contando mi experiencia con dicha serie, y no puedo resistirme a publicar aquí un fragmento de aquel artículo (he cortado parte de la introducción, que ha quedado obsoleta, y alguna cosilla más). Aquí está:
(...) A mediados de aquel curso fatídico, comenzaron a rodar en mi ex-instituto los exteriores de una serie televisiva que pasará a la historia como el más fiel reflejo de la realidad adolescente de los años noventa. Sí, amigos, me estoy refiriendo a Compañeros.
La razón por la que eligieron aquel instituto y no uno privado rebosante de lujo (que suele ser lo habitual en este tipo de productos catódicos) fue probablemente su situación estratégica bastante privilegiada para el caso: se encontraba en una zona muy cercana al madrileño y burgués barrio de La Moraleja (sí, sí, donde habitan las Obregones, Pantojas, Lecquios y demás fauna mutante) y, al mismo tiempo, poseía una gran cantidad de pintadas radikales -con k, por supuesto- que engalanaban las paredes; así, presentaba un perfecto contraste entre los jóvenes pijos y, ejem, los jóvenes pijos que hacen pintadas. Los primeros meses, antes de rodar, no fueron excesivamente desagradables, tan sólo cambiaron el nombre del centro (de Aldebarán a Colegio Azcona), se apropiaron de nuestras aulas para guardar el vestuario y limpiaron las pintadas del estilo el director es un hijo de puta para poner otras falsas del tipo Kimi estuvo aquí. Pero lo mejor estaba por llegar, los actores iban a empezar a rodar y, si bien la expectación no era enorme (de hecho, era nula), la verdad es que todos teníamos cierta curiosidad (en aquel momento aún no sabíamos qué se iba a rodar ni quienes serían las estrellas a recibir).
El día d llegó y la decepción se consumó de forma estrepitosa: por allí comenzaron a aparecer el enano gordo y pecoso de Farmacia de Guardia (mucho más gordo y pecoso en persona que en las 625 líneas), ese actor de cabeza monumental que atiende al nombre de Francis Lorenzo, una increíblemente bien conservada Concha Velasco (la más respetada por los estudiantes) y un buen número de niñatas ligeras de ropa que a posteriori sabríamos que eran las protagonistas del serial. Ante tal panorama, el recibimiento por parte de los estudiantes no fue, digamos, muy cordial: gritos de ánimo a los actores (¡qué se desnuden las guarras esas! o ¡fuera de aquí, que venga Torrente!), cientos de persianas abriéndose y cerrándose cuando el regidor pedía silencio... Pero quizá lo más grave fue la lluvia de piedras con la que los alumnos primerizos (ya se sabe que a esas edades son un poquito neanderthales) dieron la bienvenida a los héroes televisivos. Semanas más tarde, Francis Lorenzo declaraba a un periódico local (e incluso creo que lo comentó en televisión) que el único problema que tenían en los rodajes era que los chicos de ese instituto son unos animales.
Confieso que me tragué los primeros capítulos de la serie, pero en mi defensa puedo argumentar que lo hice únicamente para verme a mí mismo, ya que fui uno de tantos extras involuntarios que aparecimos en pantalla (nos filmaban sin pedir permiso ni avisar). Respecto a la actitud de los protagonistas hacia nosotros, pues fue como era de esperar: miradas de desprecio, caras de supuesta concentración cuando repasaban los complejos guiones (hey tío, enróllate ya con la pava ésa, de buen rollito y otras lindezas así) y sonoras carcajadas y juramentos para que la gente normal nos percatáramos de su divina presencia.
(...) A mediados de aquel curso fatídico, comenzaron a rodar en mi ex-instituto los exteriores de una serie televisiva que pasará a la historia como el más fiel reflejo de la realidad adolescente de los años noventa. Sí, amigos, me estoy refiriendo a Compañeros.
La razón por la que eligieron aquel instituto y no uno privado rebosante de lujo (que suele ser lo habitual en este tipo de productos catódicos) fue probablemente su situación estratégica bastante privilegiada para el caso: se encontraba en una zona muy cercana al madrileño y burgués barrio de La Moraleja (sí, sí, donde habitan las Obregones, Pantojas, Lecquios y demás fauna mutante) y, al mismo tiempo, poseía una gran cantidad de pintadas radikales -con k, por supuesto- que engalanaban las paredes; así, presentaba un perfecto contraste entre los jóvenes pijos y, ejem, los jóvenes pijos que hacen pintadas. Los primeros meses, antes de rodar, no fueron excesivamente desagradables, tan sólo cambiaron el nombre del centro (de Aldebarán a Colegio Azcona), se apropiaron de nuestras aulas para guardar el vestuario y limpiaron las pintadas del estilo el director es un hijo de puta para poner otras falsas del tipo Kimi estuvo aquí. Pero lo mejor estaba por llegar, los actores iban a empezar a rodar y, si bien la expectación no era enorme (de hecho, era nula), la verdad es que todos teníamos cierta curiosidad (en aquel momento aún no sabíamos qué se iba a rodar ni quienes serían las estrellas a recibir).
El día d llegó y la decepción se consumó de forma estrepitosa: por allí comenzaron a aparecer el enano gordo y pecoso de Farmacia de Guardia (mucho más gordo y pecoso en persona que en las 625 líneas), ese actor de cabeza monumental que atiende al nombre de Francis Lorenzo, una increíblemente bien conservada Concha Velasco (la más respetada por los estudiantes) y un buen número de niñatas ligeras de ropa que a posteriori sabríamos que eran las protagonistas del serial. Ante tal panorama, el recibimiento por parte de los estudiantes no fue, digamos, muy cordial: gritos de ánimo a los actores (¡qué se desnuden las guarras esas! o ¡fuera de aquí, que venga Torrente!), cientos de persianas abriéndose y cerrándose cuando el regidor pedía silencio... Pero quizá lo más grave fue la lluvia de piedras con la que los alumnos primerizos (ya se sabe que a esas edades son un poquito neanderthales) dieron la bienvenida a los héroes televisivos. Semanas más tarde, Francis Lorenzo declaraba a un periódico local (e incluso creo que lo comentó en televisión) que el único problema que tenían en los rodajes era que los chicos de ese instituto son unos animales.
Confieso que me tragué los primeros capítulos de la serie, pero en mi defensa puedo argumentar que lo hice únicamente para verme a mí mismo, ya que fui uno de tantos extras involuntarios que aparecimos en pantalla (nos filmaban sin pedir permiso ni avisar). Respecto a la actitud de los protagonistas hacia nosotros, pues fue como era de esperar: miradas de desprecio, caras de supuesta concentración cuando repasaban los complejos guiones (hey tío, enróllate ya con la pava ésa, de buen rollito y otras lindezas así) y sonoras carcajadas y juramentos para que la gente normal nos percatáramos de su divina presencia.
10 comentarios
Jordan Jumpman -
berta -
anda -
Civ -
ruben -
Civ -
Patch -
Civ -
Gaylofollen -
Trotty -
Nunca vi un capi de compañeros entero. Una mierda al lado de alsa XD Lo de meteros con las tias me parece pasarse, con lo que molan las entradas acosadoras-babosas (que habá alguna wque estaba buena...)XD